Cada vez que alguien cuenta un cuento, una ola de magia invade a los que escuchan.
A menudo, mientras Fuencisla cuenta, me dedico a mirar las caritas de los oyentes. Ojos bien abiertos, casi sin pestañear, boca abierta o cerrada, pero nunca hablando, gestos que lo expresan todo y que, junto a los personajes, transformados en ellos por un segundo, viven emociones sin fin: engañan al lobo, suben a la torre, viajan a la gran muralla china, consiguen imposibles, cantan, ríen, lloran, viven.
¡Ah, qué sería de nosotros sin los cuentos!
Ilustración de Mónica Carretero: www.monicarretero.com